lunes, 28 de marzo de 2011

El trago de los pobres

Por: Daniel Gómez Uribe

Embriagarse cuesta 700 pesos en las calles de Medellín

En su interior se consume más alcohol que en cualquier otra parte de la ciudad La fetidez se puede percibir media cuadra antes de llegar al pasaje de la Bastilla, en el centro de Medellín. Es un olor dulce, carga el ambiente con fuerza y remite inmediatamente a la sensación de embriaguez.

La Bastilla significa 131 pasos de legítima borrachera. El pasaje es corto y mide 15 metros de ancho donde no transita vehículo alguno. Música vieja, juegos de azar, ancianos sentados en los costados y un puesto de comida en todo su centro son el escenario de la Bastilla, donde confluyen cuerpos cansados sobrios que a la caída del sol salen tambaleándose de la embriaguez.

La mayoría sobrepasa los sesenta años y se visten de camisa corta y pantalón de paño, algunos con sombrero. Varios duermen recostados contra la pared con el rostro sobre las piernas, casi todos hablan de política y sostienen una pequeña copa blanca de plástico en su mano.

Pero este punto de encuentro tiene una razón de ser: el Niquelado y el Ritual. En botellas pequeñas cuidan el líquido que es el elixir del día.

Una tapa negra está en su parte superior y una etiqueta que mezcla el rojo, el negro y el blanco advierte su nombre: “Trago ardiente, Niquelado, aperitivo”. Los ancianos lo sostienen con seguridad y sirven constantemente. El Ritual viene en recipiente opaco, su estampilla es morada e indica que es un aperitivo de brandy.

-Que día tan hijueputa.- advierte una señora que rodea los cuarenta años, tiene cabello corto y vestido negro.

-Sí mi amor, pero tranquila. – responde el vendedor que está al inicio del pasaje y que lleva consigo un carrito de madera donde exhibe licor y cigarrillos.

-Dame mediecita.

El vendedor, que se hace llamar Cené, toma con su mano derecha el Niquelado y se lo entrega a la señora que de inmediato lo abre, toma un trago. Luego, mete su mano en el bolso y saca un billete de mil pesos que entrega al señor.

-Ya vengo.- dice finalmente. Da media vuelta y se aleja del vendedor.

“Este es el trago más barato y el que más se vende” afirma Cené, que lleva año y medio vendiendo niquelado en la Bastilla. Cuenta que en el lugar hay 18 vendedores más y que todos venden por igual. Sin embargo, con la presencia de la policía la venta viene en caída. Los proveedores de Niquelado y de Ritual se distribuyen a lo largo del pasaje y son el centro de distribución porque los locales no ofrecen el producto. Es un licor callejero.

Para Wilson Álvarez, vendedor en una cigarrería en el sector de la Alambra, el niquelado es “el trago de los pobres”. Explica que es el licor más barato porque no paga impuestos y que por esto se está vendiendo en gran cantidad, al igual que es perseguido por los policías para ser decomisado ya que es ilegal su distribución. Su precio empieza en 700 pesos, que es el valor de la media, dos mil el medio litro y cuatro mil el litro. Contiene 19.5% en volumen de alcohol. Álvarez asegura que los compradores son personas de bajos recursos y que entre los clientes que más visitan la cigarrería se encuentran recicladotes, mecánicos, señores de edad y uno que otro bien vestido.

“El negocio se abre a las siete de la mañana y se cierra a las siete de la noche, y todo el tiempo se vende parejo”, anota Álvarez. Indica que el niquelado se empezó a vender hace poco más de tres años y que su popularidad comenzó a crecer desde hace dos años y medio.

“Los chirrincheros”, como Álvarez los denomina, demandan semanalmente de la cigarrería 200 cajas de niquelado, cada caja contiene 24 medias, lo que indica que en una semana se consumen de un solo negocio 4.800 botellas, en un mes 19.200 y en un año 230.400. Este es un gran número en comparación a la venta de tragos tradicionales como el aguardiente y el ron que en un día bueno se venden alrededor de 20 medias cada uno.

Ni un trago más

“Eso me sabe a agua, no me hace nada. Si uno es educado en el alcohol se tiene que tomar de 10 a 15 para quedar borracho, pero si uno no es educado en el alcohol, con dos o tres”, afirma Luki Busini mientras observa media de Niquelado.

El nombre Luki Busini remite a la Italia elegante y fina, sin embargo este hombre –hijo de un italiano- nació en Barranquilla hace cincuenta años y desde que tenía veinte consume licor constantemente. Su presencia es la de un mendigo pero sus palabras son las de un académico. Cuando salió del colegio ingresó a la Universidad Nacional de Bogotá a estudiar economía, logró terminar las materias pero no presentó la tesis. Luego llegó a Medellín y estudió dos semestres de antropología en la Universidad de Antioquia.

Su rostro es grueso y está impregnado de grasa. Viste un buzo gris y pantalón negro. Cuando llegó a Medellín ingresó a trabajar a Sofasa, donde consiguió un cargo como asesor del subgerente. En ese entonces bebía Whisky, pero con los años ya no iba a las reuniones de altos directivos sino que salía con los mecánicos para beber en más cantidad.

“El veneno me agarró”. Fue despedido de Sofasa y luego su esposa lo dejó por un italiano. Comenzó a beber aguardiente hasta que el presupuesto se le acabó. Salió a la calle y allí se quedó. Busini cuenta que tiene cinco hijos: un médico y una antropóloga –fruto de su antiguo hogar- y tres más, procreados en la calle. Afirma con convicción que le gusta la vida que lleva porque toma por soledad “Es duro ver que todo se va”. Sin embargo, Busini aspira salir de la situación en la que se encuentra y buscar a sus hijos, espera el momento en que pueda decir “Ni un trago más”.

La media a 700 pesos

El licor más barato que se puede encontrar en Medellín a nivel comercial es el Niquelado. El Ritual vale mil pesos y en adelante se venden licores de 4.000 pesos como el Ron Jamaica –que viene en bolsa-, aperitivo de la Corte y el ron Victorino.

Los mayores compradores son habitantes de la calle. Aunque en los último años los adolescentes han entrado ha participar en este mercado porque la edad de consumo de licores es cada vez menor.

La línea lógica es que un licor barato se venda a personas de escasos recursos, pero en los altos estratos también se consume Niquelado y Ritual. Aunque no lo saben, los visitantes de bares y discotecas del sector El Poblado beben el mismo licor que se consume en la Bastilla. Adornados con colores intensos y vendidos con nombres exóticos, muchos de los cócteles que se venden a precios que sobrepasan los 10.000 pesos están hechos con licores baratos. Un administrador de un bar de El Poblado –su nombre no se publica a petición de él- asegura que los licores baratos llegan por cajas a los establecimientos y se esconden en las bodegas. Luego, en las noches, se sacan en recipientes sin estampilla y con ellos se hacen los cócteles.

La embriaguez del Niquelado atrapa a toda la ciudad y su olor dulce ya es común en los diferentes estratos. Sólo se necesitan setecientos pesos para caminar por un pasaje, comprar el licor que hace soportar el mundo a muchos y salir tambaleándose de la borrachera.

El Chamberlain de Bellavista

Ollas tapadas con ladrillos y escondidas en las celdas son los instrumentos con los que los reclusos de la cárcel Bellavista fabrican su licor. Piña, naranja, pan y papa son los ingredientes de la bebida embriagante más popular del presidio. El licor no está permitido por las autoridades carcelarias, pero a menudo los reclusos amanecen con guayabos intensos y algunos tienen que ser trasladados a centros médicos por intoxicación. Las cáscaras de las frutas ácidas se mezclan con agua y después de un mes de fermentación producen el Chamberlain, un licor que no necesita alambique para su fabricación.

Controles a la venta ilegal

Según el Decreto 365 de 1994, el Ministerio de Salud es el encargado de vigilar lo relacionado con el control de calidad de las bebidas alcohólicas. Esta institución expide un registro sanitario para que los productos puedan ser comercializados. Además de ello, según la ley 788 de 2002, los productores de licor deben pagar un gravamen de 16% por cada producto que tenga más de 2.5 grados de alcohol a la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN). Sin embargo, algunos fabricantes nacionales saltan estas leyes para vender licores baratos.

Las entidades encargadas de realizar los controles sobre los establecimientos para que no se venda licor ilegal son el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) y la Alcaldía de Medellín. Este procedimiento lo hacen local por local. Según Gladis Montoya, funcionaria de la dirección de alimentos del Invima, el control se ejerce revisando libros de contabilidad en los que aparecen los licores legales, luego son comparándolos con los que están expuestos. Si se encuentran irregularidades el establecimiento tiene que cumplir con diversas sanciones que van desde el pago de una multa hasta sellar definitivamente el lugar.

Andrés Olalla – médico toxicólogo Hospital San Vicente de Paul

Los licores baratos son producidos con etanol –alcohol permitido- y no hay evidencia de que tengan mayor taza de adulteración por metanol. El metanol es el alcohol industrial, muy económico, la gente lo utiliza para ahorrarse plata y le ponen las etiquetas de los alcoholes comerciales. Este alcohol puede llevar hasta la muerte, tiene consecuencias severas.

En época de fiestas el número de intoxicados que ingresan al San Vicente de Paul es alto. Hablamos de 10 casos a la semana. La otra frecuente es gente de la cárcel, ellos no tienen la manera de adquirir alcohol entonces fabrican licores con metanol. También ingresan suicidas que saben de las consecuencias del metanol.

http://danielpalabras.wordpress.com/2009/05/25/el-trago-de-los-pobres/

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